jueves, 20 de agosto de 2015

Oración para la devoción privada a madre María Pilar de Jesús

MADRE MARIA PILAR DE JESÚS
CARMELITA DESCALZA


ORACIÓN
Para la devoción privada
¡Oh Dios!, Señor y Rey del universo, tú que te complaces en aquellos que hacen tu voluntad, te damos gracias por haber elegido a tu sierva María Pilar de Jesús, carmelita descalza, en quien encendiste un amor muy grande por ti y por la salvación de las almas, haciéndola misionera oculta en el Corazón de Jesús desde la clausura, llevándola a fundar muchos monasterios y a desbordar su caridad por los pobres; te pedimos nos concedas la gracia de amarte y servirte en los hermanos bajo la guía de la Iglesia con fidelidad. Dígnate glorificar a tu sierva María Pilar y concédeme por su intercesión el favor que te pido… (Pídase la gracia que se desea)

Padrenuestro, Avemaría y Gloria. Amén.

De conformidad con los Decretos del Papa Urbano VIII, declaramos que en nada se pretenda prevenir el juicio de la Autoridad eclesiástica y que esta oración no tiene finalidad alguna de culto público.

Con aprobación eclesiastica

MADRE MARÍA PILAR DE JESÚS
MADRES CARMELITAS DESCALZAS
MONASTERIO NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ Y SAN JOSE
APARTADO 14 – CHICLAYO – PERÚ
TELÉFONO 074 – 210121
WWW.MADREMARIAPILARDEJESUS.BLOGSPOT.COM        madremariapilardejesus@gmail.com

martes, 18 de agosto de 2015

PENSAMIENTOS DE MADRE MARÍA PILAR DE JESÚS, CARMELITA DESCALZA (1917 – 1997) IV

PENSAMIENTOS DE MADRE MARÍA PILAR DE JESÚS, CARMELITA DESCALZA (1917 – 1997) IV


25.- Santidad y apostolado han de ser después y juntamente con la gloria de Dios, lo móviles de toda mi actividad.

26.- Dios nuestro Señor me ayudará, salvará y colmará si confío en Él, acudo a Él y no tanto a las criaturas.

27.- La conciencia es la mejor luz e indicador para la santidad.

28.- El vivir monástico exige grandeza de alma y nunca es mayor un hombre, que cuando doblega sumisamente su cabeza ante los demás.

29.- El momento más trascendental para mi santificación, para el bien de las almas y para la mayor gloria de Dios es: el momento presente.

30.- Hacer reverencia a Dios es tratarle como se merece en cuanto nos es posible; tener respeto y temor en la presencia de Dios. Deberíamos andar siempre de rodillas, pues Dios está en todas partes solicitando nuestra adoración. Hagámosle reverencia en el templo interior de nuestra alma.

31.- Perdonar es olvidar.

32.- Mi ideal: ser Jesús, hija de Dios, gloria del Padre.

lunes, 17 de agosto de 2015

MADRE MAGDALENA DE LA EUCARISTÍA, Carmelita Descalza

MADRE MAGDALENA DE LA EUCARISTÍA
CARMELITA DESCALZA


La Madre Magdalena d la Eucaristía, Carmelita Descalza, nació en Madrid (España) el 14 de diciembre de 1894. Ingresó 7 de diciembre de 1926 en el Carmelo del Cerro de los Ángeles, fundado por Santa Maravillas de Jesús. En el momento de pisar la clausura le ocurrió como a Santa Teresa: “que mudó Dios la sequedad de su alma en grandísima ternura” y nunca jamás “supo lo que era descontento de ser monja”. Pensaba que no iba a hacer más que llorar y fue todo lo contrario, fue muy feliz.
Durante la gloriosa Cruzada contra el comunismo, siguió a su comunidad, primero a Madrid y luego al desierto de las batuecas, hasta que en mayo de 1939 se reanudó en el Cerro la vida de Comunidad. Fue entonces nombrada Maestra de Novicias, cargo al que su humildad profundísima se resistió cuanto pudo, pero que Dios bendijo con una lluvia de vocaciones. Hasta dieciséis novicias estuvieron a un tiempo bajo su dirección.
Hija queridísima de santa Maravillas, le ayudó en todas sus fundaciones. Su caridad era grande con su madre del alma y siempre se hacía presente con donaciones grandes para sus fundaciones. La santa le llamaba “mi hija de consolación” y existen 1400 cartas dirigidas de santa Maravillas a madre Magdalena.

En 1944 fue elegida priora del Cerro de los Ángeles al partir santa Maravillas a la fundación de Mancera, su humildad le haría resistirse al cargo que por santa obediencia aceptó. Sería 28 años priora desde ese momento, prestando ese servició también en Aravaca y Montemar – Torremolinos. Por los carmelos donde pasó, los dejó impregnados de sus virtudes.

Brillaban entre sus virtudes, su amor a la pobreza, su humildad, su obediencia, su generosidad, el olvido de sí; Dios le dio el don de las lágrimas. Era una enamorada de Jesucristo, pasaba tratando de amores con Él en el Sagrario. Su entrañable amor al Santísimo Sacramento le inspiró la idea de dedicarse con grandísimo afán a ayudar a las iglesias que los rojos comunistas habían destrozado y profanado. Sufría con la pobreza de Jesucristo en tantos Sagrarios. A la que todo le parecía demasiado para ella todo le parecía poco para su Rey. Años enteros trabajó incansablemente haciendo y arreglando ornamentos y sobre todo procurando Sagrarios a los párrocos de innumerables pueblecitos castellanos. Con todo, nunca quiso contar ni apuntar lo que daba; Dios lo tenía escrito en su Corazón y eso le bastaba. Nunca tuvo otro ideal en su vida más que éste: contentar a su Dios. Le encantaba aquella exclamación de la madre Sacramento: “¡Cuando Tú estás contento, yo me vuelvo loca!”.

Dios le regalo una enfermedad en esta última etapa de su vida, en la que, más que nunca  se le vio de una manera admirable la heroicidad de sus virtudes. Le dio cáncer, una cáncer que les destrozaría su mandíbula, pero jamás se le voy quejarse, con qué alegría y paciencia llevó su enfermedad y los dolores que la aquejaban, los médicos quedaban edificados de la manera como lleva su enfermedad, jamás se quejaba al contrario hacia bromas para que sus hijas no sufran.


El 24 de Agosto de 1972 en Aravaca, Dios la llamó a su presencia, un día Jueves día dedicado al Santísimo Sacramento del Altar al que ella tanto amó; el Amado de su alma vino a buscarla a su pobre celda donde se había inmolado por la gloria de Dios y la salvación de las almas. Murió santamente rodeada del amor y veneración de sus hijas, dejando un recuerdo hasta hoy lleno de la fortaleza, de alegría y de la paz que la caracterizaron durante toda su vida y aún más durante su última enfermedad.

VIRGEN DE LA LUZ DE SECHURA

BREVE RESEÑA HISTORICA DE LA VIRGEN DE LA LUZ DE SECHURA

En el Siglo XVIII la doctrina cristiana se encontraba bastante enraizada en los indígenas de Sechura, contribuyendo a ello la llegada de los misioneros de diferentes congregaciones que alternamente sentaron sus raíces en esta provincia.
Probablemente la devoción a la Virgen de la Luz se inicia a mediados del Siglo XVIII a iniciativa de los Misioneros de la Compañía de Jesús que portando el original cuadro de la Virgen daban a conocer los grandes prodigios que ella realizaba.
Se cuenta que la Virgen, queriendo premiar a su devoto Don José María Dediós Bancayán, quien era un hombre muy piadoso y desde muy pequeño sus padres le habían inculcado el gran amor a Nuestra Señora de la Luz, se le apreció en sueños pidiéndole que mandase a esculpir su imagen, lo cual se comunicó a todas las personas que ya le tenían devoción. Muy pronto lograron contactar con un afamado escultor quiteño de origen español, de quién al poco tiempo recibieron gratas noticias.
Es en 1780, cuando Don José María Dediós en compañía de los señores Chunga y Antón emprenden el retorno hacia el amado pueblo de Sechura, portando la divina imagen como un legado de su profunda Fe Católica. Rápidamente esta noticia fue propagada como “reguero de pólvora”, preparándose al mismo tiempo una recepción apoteósica a la Virgen, en un espíritu de fe y amor a María, acompañado de cantos y oraciones.
Actualmente, esta imagen de 1.50 mts. está en la Iglesia San Martín de Tours de Sechura.

sábado, 15 de agosto de 2015

DE UN ESCRITO DE MADRE PILAR A LA VIRGEN MARÍA

DE UN ESCRITO DE MADRE PILAR A LA VIRGEN MARÍA


María, madre y señora mía, a ti vengo con el corazón herido, porque te he olvidado, me he alejado de Jesús y le he contristado. Madre mía, ¡qué pena tengo! Quisiera reparar y no encuentro en mí ni amor ni generosidad. Oh madre, perdóname y pide a Jesús que me perdone y que a pesar de todas mis infidelidades cumpla en mi todos sus adorables designios. Madre mía, tu que me inspiraste desde niña el deseo de ser santa, mírame ahora, ya en la madurez de la vida y con tantos defectos, imperfecciones y pecados. Madre mía, mi esperanza se esfuma, parece que la pierdo y no debo. ¿Qué sería de si tuviera que vivir con mis ideales y aspiraciones frustradas? No lo permitas madre mía, reaviva en mi la llama del amor a Jesús tan tenue y tan amortiguada.

Ayúdame a vivir sólo para Él y para las almas de estas hijas que el amor de Jesús me dio. Que este doble anhelo sea la obsesión de mi vida y apague mis egoísmos y destruya con violencia todo lo que pueda serle obstáculo. Enséñame a olvidarme siempre de mi misma y a odiarme como merezco. Oh María madre mía ayúdame a evitar la menor falta voluntaria, ayúdame a vivir este día en la presencia de Dios, y a cumplir con alegría en todo su adorable voluntad. Ayúdame a ser fiel a todas sus inspiraciones para que llenando este y todos los días de mi vida pueda glorificar al Señor con toda la capacidad de mi ser en el tiempo y en la eternidad.

De una entrevista al Cardenal Domenico Bartolucci sobre Liturgia

De una entrevista al Cardenal Domenico Bartolucci sobre Liturgia


Traigo a colación esta interesantísima entrevista originalmente publicada por Disputationes Theologicae concedida por Monseñor Domenico Bartolucci, de 92 años, nombrado por Pío XII Maestro “ad vitam” de la Capilla Sixtina pero alejado del cargo en 1997, debido a la intervención de Mons. Piero Marini, una medida que fue vigorosamente rechazada por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger.  Fue creado Cardenal por el Santo Padre Benedicto XVI.
Por Pucci Cipriani y Stefano Carusi

Maestro, la reciente publicación del Motu Proprio “Summorum Pontificum” ha traído un soplo de aire fresco en el desolador panorama litúrgico que nos rodea; también usted puede ahora, por lo tanto, celebrar la “Misa de siempre”.
-"Pero, a decir verdad, yo siempre la he celebrado ininterrumpidamente, a partir de mi ordenación… tendría dificultad, en cambio, no habiéndola dicho nunca, en celebrar la Misa del rito moderno".
¿Nunca abolida, entonces?
-"Son las palabras del Santo Padre, aún si algunos fingen no entenderlas y si muchos en el pasado han sostenido lo contrario".
Maestro, será necesario conceder a los denigradores de la Misa antigua que esta última no es “participada”…
-"¡No digamos disparates! He conocido la participación de los tiempos antiguos tanto en Roma, en la Basílica, como en el mundo, como aquí abajo en el Mugello, en esta parroquia de este bello pueblo, un templo poblado de gente llena de fe y de piedad. El Domingo, en las vísperas, el sacerdote habría podido limitarse a entonar el “Deus in adiutorium meum intende” y luego ponerse a dormir sobre el asiento… los campesinos habrían continuado solos y los jefes de familia habrían pensado en entonar las antífonas".
¿Una velada polémica, Maestro, respecto al actual estilo litúrgico?
-"Yo no sé si, ¡ay de mí!, han estado en un funeral: “aleluya”, aplausos, frases risueñas, uno se pregunta si esta gente leyó alguna vez el Evangelio; Nuestro Señor mismo lloró sobre Lázaro y su muerte. Aquí, con este sentimentalismo insípido, no se respeta ni siquiera el dolor de una madre. Yo les habría mostrado cómo asistía al pueblo a una Misa de difuntos, con qué compunción y devoción se entonaba aquel magnífico y tremendo “Dies Irae”."
¿La reforma no ha sido hecha por gente consciente y doctrinalmente formada?
-"Discúlpeme, pero la reforma ha sido hecha por gente árida, se lo repito, árida. Y yo los he conocido. En cuanto a la doctrina, el Cardenal Ferdinando Antonelli, de venerada memoria, solía decir a menudo: ¿“qué hacemos liturgistas que no conocen la teología?”."
Estamos de acuerdo con usted, Monseñor, pero es cierto también que la gente no entendía…
-"Queridísimos amigos, ¿han leído alguna vez a San Pablo: “no importa saber más allá de lo necesario”, “es necesario amar el conocimiento ‘ad sobrietatem’”. De aquí a algunos años se intentará entender la transubstanciación como se explica un teorema de matemática. ¡Pero si ni siquiera el sacerdote puede comprender hasta el fondo tal misterio!"
¿Pero cómo se llegó, entonces, a esta distorsión de la liturgia?
-"Fue una moda, todos hablaban, todos “renovaban”, todos pontificaban, en la estela del sentimentalismo, de reformas. Y las voces que se levantaban en defensa de la Tradición bimilenaria de la Iglesia eran hábilmente calladas. Se inventó una especie de “liturgia del pueblo”… cuando escuchaba estas frases, me venían en mente las palabras de mi profesor del seminario que decía: “la liturgia es del clero para el pueblo”, ella desciende de Dios y no sale desde abajo. Debo reconocer, sin embargo, que aquel aire hediondo se ha hecho menos denso. Las jóvenes generaciones de sacerdotes son, tal vez, mejores que las que las han precedido, no tienen los furores ideológicos dominados por un modernismo iconoclasta, están llenos de buenos sentimientos pero les falta formación."
¿Qué quiere decir, Maestro, con que “les falta formación”?
-"¡Quiero decir que queremos los seminarios! Hablo de aquellas estructuras que la sabiduría de la Iglesia había cincelado elegantemente durante los siglos. No se da cuenta de la importancia del seminario: una liturgia vivida, los momentos del año son vividos “socialmente” con los hermanos… el Adviento, la Cuaresma, las grandes fiestas que siguen a la Pascua. Todo esto educa, ¡y no se imagina cuánto! Una retórica tonta dio la imagen de que el seminario arruina al sacerdote, de que los seminaristas, alejados del mundo, permanecen encerrados en sí mismos y distantes de la gente. Todas fantasías para disipar una riqueza formativa plurisecular y para remplazarla luego con nada."
Retornando a la crisis de la Iglesia y al cierre de muchos seminarios, ¿Usted es partidario de un retorno a la continuidad de la Tradición? -"Mire defender el rito antiguo no es ser del pasado sino ser “de siempre”. Vea, se comete un error cuando a la misa tradicional se la llama “Misa de San Pío V” o “Tridentina”, como si fuese la Misa de una época particular: es nuestra Misa, la romana, es universal en los tiempos y en los lugares, una única lengua desde la Oceanía hasta el Ártico.
Por lo que respecta a la continuidad en los tiempos, quisiera contarles un episodio. Una vez estábamos reunidos en compañía de un Obispo, cuyo nombre no recuerdo, en una pequeña iglesia del Mugello, y llegó la noticia de la repentina muerte de un hermano nuestro, propusimos celebrar enseguida una Misa pero nos dimos cuenta de que sólo había misales antiguos. El Obispo rechazó categóricamente celebrar. No lo olvidaré nunca y reitero que la continuidad de la liturgia implica que, salvo minucias, se pueda celebrar hoy con aquel viejo misal polvoriento tomado de un estante y que hace cuatro siglos sirvió a un predecesor mío en el sacerdocio."
Monseñor se habla de una “reforma de la reforma” que debería limar las deformaciones que vienen de los años sesenta…
-"La cuestión es bastante compleja. Que el nuevo rito tenga deficiencias es ya una evidencia para todos y el Papa ha dicho y escrito varias veces que debería “mirar al antiguo”; sin embargo, Dios nos guarde de la tentación de los líos híbridos; la Liturgia, con la “ele” mayúscula, es la que nos viene de los siglos, ella es la referencia, no se la debe corromper con compromisos “a Dio spiacenti e a l’inimici sui” [que desagradan a Dios y a sus enemigos]."
¿Qué quiere decir, Maestro?
-"Tomemos, como ejemplo, las innovaciones de los años sesenta. Algunas “canciones populares” beat y horribles y tan de moda en las iglesias en el ’68, hoy ya son trozos de arqueología; cuando se renuncia a la perennidad de la tradición para hundirse en el tiempo, se está condenado al cambiar de las modas. Me viene a la mente la Reforma de Semana Santa de los años cincuenta, hecha con una cierta prisa bajo un Pío XII ya cansado. Y bien, sólo algunos años después, bajo el pontificado de Juan XXIII (quien, más allá de lo que se diga, en liturgia era de un tradicionalismo convencido y conmovedor), me llegó una llamada de Mons. Dante, ceremoniero del Papa, que me pedía preparar el “Vexilla Regis” para la inminente celebración del Viernes Santo. Respondí: “pero lo han abolido”. Se me respondió: “el Papa lo quiere”. En pocas horas, organicé las repeticiones de canto y, con gran alegría, cantamos de nuevo lo que la Iglesia había cantado por siglos en aquel día. ¡Todo esto para decir que, cuando se hacen desgarros en el tejido litúrgico, esos agujeros son difíciles de cubrir y se ven! Nuestra liturgia plurisecular debemos contemplarla con veneración y recordar que, en el afán de “mejorarla”, corremos el riesgo de hacerle sólo daños."
Maestro, ¿qué papel tuvo la música en este proceso?
-"Tuvo un rol importante por varias razones. El melindroso cecilianismo, al cual ciertamente Perosi no fue ajeno, introdujo con sus aires pegadizos un sentimentalismo romántico nuevo, que nada tenía que ver con aquella densidad elocuente y sólida de Palestrina. Ciertas extravagancias de Solesmes habían cultivado un gregoriano susurrado, fruto también de aquella pseudo restauración medievalizante que tanta suerte tuvo en el siglo XIX.
Cundía la idea de la oportunidad de una recuperación arqueológica, tanto en música como en liturgia, de un pasado lejano del cual nos separaban los así llamados “siglos oscuros” del Concilio de Trento… Arqueologismo, en resumen, que no tiene nada que ver con la Tradición y que quiere restaurar lo que tal vez nunca ha existido. Un poco como ciertas iglesias restauradas en estilo “pseudo-románico” por Viollet-le-Duc.
Por lo tanto, entre un arqueologismo que quería remitirse al pasado apostólico, prescindiendo de los siglos que nos separan de ellos, y un romanticismo sentimental, que desprecia la teología y la doctrina en una exaltación del “estado de ánimo”, se preparó el terreno para aquella actitud de suficiencia respecto a lo que la Iglesia y nuestros Padres nos habían transmitido."
¿Qué quiere decir, Monseñor, cuando en el ámbito musical ataca a Solesmes?
-"Quiero decir que el canto gregoriano es modal, no tonal; es libre, no ritmado, no es “uno, dos tres, uno dos tres”; no se debía despreciar el modo de cantar de nuestras catedrales para sustituirlo con un susurro pseudo-monástico y afectado. No se interpreta un canto del Medioevo con teorías de hoy sino que se lo toma como ha llegado hasta nosotros; además, el gregoriano sabía ser también canto de pueblo, cantando con fuerza nuestro pueblo expresaba su fe. Esto Solesmes no lo entendió, pero todo esto sea dicho reconociendo el gran y sabio trabajo filológico que hizo con el estudio de los manuscritos antiguos."
Maestro, ¿en qué punto estamos, entonces, de la restauración de la música sagrada y de la liturgia?
-"No niego que haya algunos signos de restablecimiento. Sin embargo, veo el persistir de una ceguera, casi una complacencia por todo lo que es vulgar, grosero, de mal gusto e incluso doctrinalmente temerario… No me pida, por favor, que dé un juicio sobre las “chitarrine” y sobre las “tarantelle” que todavía nos cantan durante el ofertorio… El problema litúrgico es serio, no se debe escuchar a aquellas voces que no aman a la Iglesia y que se lanzan contra el Papa. Y si se quiere sanar al enfermo, hay que recordar que el médico piadoso hace la llaga purulenta…"


La entrevista fue traducida por el magnífico blog "La Buhardilla de Jerónimo"

Cardenal Piacenza: El celibato sacerdotal según Pío XI

Cardenal Piacenza: El celibato sacerdotal según Pío XI


Por su indudable interés, ofrecemos por entregas, la intervención del cardenal Mauro Piacenza, Prefecto de la Congregación para el Clero, que Zenit está publicando, pronunciada el pasado lunes 24 de enero en las Jornadas Sacerdotales celebradas en Ars (Francia) sobre el celibato sacerdotal.

La intervención del cardenal Piacenza, realizada desde Roma en conexión en directo con el encuentro, lleva por título: “El celibato sacerdotal: fundamentos, alegrías, desafíos... Las enseñanzas del Papa sobre el tema: de Pío XI a Benedicto XVI”.

Venerados hermanos en el Episcopado,

Queridísimos sacerdotes y amigos todos,

Estoy muy contento de intervenir en vuestro Coloquio utilizando las más modernas tecnologías de la comunicación. Esta intervención pretende expresar ante todo la más profunda estima y mi aliento personal y el de la Congregación para el Clero hacia los organizadores del Coloquio, por el tema que se ha elegido, de lo más oportuno, y sobre todo porque éste tiene lugar en el lugar que vio la obra de san Juan Maria Vianney, modelo acabado de Sacerdocio ministerial e imagen de continua referencia también para los sacerdotes de nuestro tiempo.

El tema que se me ha asignado es muy específico y se refiere a las enseñanzas de los Papas sobre el Celibato sacerdotal, desde Pío XI a Benedicto XVI. Desarrollaré la presente intervención examinando algunos de los documentos más significativos de estos Pontífices, mostrando la actualidad de sus enseñanzas y trazando algunas líneas de síntesis que espero sean útiles para transfundir, de hecho, en la formación eclesiástica.

La enseñanza de los Pontífices desde Pio XI a Benedicto XVI

Para mantenerme en los tiempos que me han asignado, he decidido examinar sólo los documentos más significativos de los Pontífices y, especialmente, algunas Encíclicas, que, al respecto, resultan particularmente relevantes.

1. Pío XI y la Encíclica Ad Catholici Sacerdotii

Está históricamente demostrada la verdadera y auténtica pasión del Santo Padre Pío XI por las vocaciones sacerdotales y su incansable actuación para la edificación de Seminariosm en todo el orbe católico, en los que pudiesen recibir una formación adecuada los jóvenes que se preparaban al ministerio sacerdotal.

Dentro de este marco debe comprenderse adecuadamente la Encíclica Ad Catholici Sacerdotii del 20 de diciembre de 1935, promulgada con ocasión del 56° Aniversario de la Ordenación sacerdotal de ese Pontífice. La Encíclica se compone de cuatro partes, las dos primeras dedicadas más específicamente a los fundamentos, desde el título 1. “La sublime dignidad: Alter Christus” y 2. “Brillante ornamento”, mientras que la tercera y la cuarta son de carácter más normativo-disciplinar y concentran su atención en la preparación de los jóvenes al Sacerdocio y en algunas características de su espiritualidad.

De particular interés para nuestro tema es la segunda parte de la Encíclica, que dedica un párrafo entero a la castidad. Este además se coloca, en la segunda parte, después del párrafo que habla del sacerdote como “imitador de Cristo” y el dedicado a la “piedad sacertotal”, mostrando de este modo cómo la concepción de Pío XI era – como la Iglesia ha considerado siempre – la de carácter ontológico-sacramental. De ella deriva la exigencia de la imitación de Cristo y de la excelencia de la vida sacerdotal, sobre todo en orden a la santidad. Afirma de hecho la Encíclica: “ el sacrificio eucarístico, en el que se inmola la Víctima inmaculada que quita los pecados del mundo, muy particularmente requiere en el sacerdote vida santa y sin mancilla, con que se haga lo menos indigno posible ante el Señor, a quien cada día ofrece aquella Víctima adorable, no otra que el Verbo mismo de Dios hecho hombre por amor nuestro”, y también “puesto que el sacerdote es embajador en nombre de Cristo (cf. 2Cor 5,20), ha de vivir de modo que pueda con verdad decir con el Apóstol: 'Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo' (cf. 1Cor4,16;11,1), ha de vivir como otro Cristo, que con el resplandor de sus virtudes alumbró y sigue alumbrando al mundo”.

Inmediatamente antes de hablar de la castidad, casi como subrayando su vínculo inseparable, Pío XI pone de manifiesto la importancia de la piedad sacerdotal, afirmando: “Nos hablamos de piedad sólida: de aquella que, independientemente de las continuas fluctuaciones del sentimiento, está fundada en los más firmes principios doctrinales, y consiguientemente formada por convicciones profundas que resisten a las acometidas y halagos de la tentación”. De estas afirmaciones se ve con claridad que la comprensión misma del Sagrado Celibato está en estrecha y profunda relación con una buena formación doctrinal, fiel a la Sagrada Escritura, a la Tradición y al ininterrumpido Magisterio eclesial, y a un ejercicio auténtico de la piedad, que nosotros llamamos hoy “vida espiritual intensa”, resguardandola tanto de las desviaciones sentimentales, que a menudo degeneran en el subjetivismo, como de las racionalistas, también muy difundidas, que producen un criticismo escéptico, muy alejado de un sentido crítico inteligente y constructivo.

La castidad, en la Encíclica Ad Catholici Sacerdotii, está definida como “íntímamente unida con la piedad, de la cual le ha de venir su hermosura y aun la misma firmeza”. De la misma hay un intento de justificación racional, según el derecho natural, en la afirmación: “Aun con la simple luz de la razón se entrevé cierta conexión entre esta virtud y el ministerio sacerdotal. Siendo verdad que Dios es espíritu, bien se ve cuánto conviene que la persona dedicada y consagrada a su servicio en cierta manera se despoje de su cuerpo”. A esta primera afirmación, que a nuestros ojos hoy resulta más bien frágil, y que, en todo caso, vincula la castidad a la pureza ritual y, en consecuencia, excluiría su permanencia, ligándola a los tiempos de los ritos del Culto, hace a continuación el reconocimiento de la superioridad del sacerdocio cristiano respecto tanto del sacerdocio del Antiguo Testamento, como a la institución sacerdotal natural propria de cualquier tradición religiosa.

La Encíclica, en este punto, pone en el centro de la reflexión la propia experiencia del Señor Jesús, entendida como prototípica para todo sacerdote. Afirma de hecho: “El gran aprecio en que el divino Maestro mostró tener la castidad, exaltándola como algo superior a las fuerzas ordinarias, […] era casi imposible que no hiciera sentir a los sacerdotes de la Nueva Alianza el celestial encanto de esta virtud privilegiada, aspirar a ser del número de aquellos que son capaces de entender esta palabra (cf. Mt 19,11)”.

Es posible, en estas afirmaciones de la Encíclica,notar una cierta complementariedad entre la intención de fundar la castidad sacerdotal en la exigencia de pureza cultual, y la más amplia, y hoy mayormente comprendida, exigencia de presentarla como imitatio Christi, vía privilegiada para imitar al Maestro, que vivió ejemplarmente de manera pobre, casta y obediente.

Pío XI no descuida, por otro lado, citar los pronunciamientos dogmáticos que se refieren a la obligación de la castidad, y en particular el Concilio de Elvira y el segundo Concilio de Cartago, que, aunque en el siglo IV, atestiguan con obviedad una práxis muy anterior, consolidada, y que por tanto puede ser traducida en ley.

Con un acento extraordinariamente moderno, en el sentido de inmediatamente accesible a nuestra mentalidad, la Encíclica habla de la libertad, con la que se acoge el don de la castidad, afirmando: “Por su libre voluntad hemos dicho: como quiera que, si después de la ordenación ya no la tienen para contraer nupcias terrenales, pero las órdenes mismas las reciben no forzados ni por ley alguna ni por persona alguna, sino por su propia y espontánea resolución personal”. Podríamos deducir, en respuesta a algunas objeciones contemporáneas, sobre una presunta obstinación de la Iglesia en imponer a los jóvenes el Celibato, que el Magisterio autorizado de Pío XI, lo indicaba como resultado de la libre acogida de un carisma sobrenatural, que nadie impone, ni podría imponer. Al contrario la norma eclesiástica se entiende como la decisión de la Iglesia de admitir al sacerdocio sólo a aquellos que han recibido el carisma del Celibato y que, libremente, lo han acogido.


Si bien es legítimo sostener que, según el clima de la época, el fundamento del Celibato eclesiastico en la Encíclica Ad Catholici Sacerdotii de Pío XI se pone en razones, aunque válidas, de pureza ritual, no menos es posible reconocer en el mismo texto una importante dimensión ejemplar tanto del Celibato de Cristo, como de Su libertad, que es la misma a la que son llamados los sacerdotes.

miércoles, 12 de agosto de 2015

Otra Carmelita Descalza muerta en olor de santidad: Madre Manuela del Santísimo Sacramento

MADRE MANUELA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO
CARMELITA DESCALZA



Para mayor información o pedir material de madre Manuela dirigirse a:
Madres Carmelitas Descalzas
Monasterio de la Purísima Concepción
C/ Imagen, 7
728801 Alcalá de Henares - Madrid
ESPAÑA
Tel. 91 889 29 28

viernes, 7 de agosto de 2015

POEMA DE MADRE PILAR: MI CELDITA

POEMA MI CELDITA


MI CELDITA

Me gusta vivir a solas
con Jesús y con María
y cantarles mis amores
todas las horas del día.
Así es como yo vivo
en la tierra del Carmelo
donde es María mi Madre
y Jesús es mi modelo.

Así es mi celda, mi celdita del Carmelo
en donde a solas vivo yo con mi Señor
así es mi celda, se parece tanto al Cielo
que estando en ella; no sabéis qué feliz soy.
Es pobrecita, no tiene nada de nada
quizás por eso le ha gustado tanto a Dios
si entras en ella la hallarás siempre ocupada
que estamos siempre tratando amores los dos.

Así es la vida de la pobre carmelita
una abejita que de todo saca miel
miel para el mundo que la espera y necesita
por eso reza, por eso sufre por él.
Toda la Iglesia cabe en mi pobre celdita
al mundo entero llego yo con mi oración
toda la tierra cabe en este rinconcito
todas las almas caben en mi corazón.

Así es mi vida desde que llegué a este cielo
en mi Carmelo aprendí lo que es amar
aquí he encontrado lo que el mundo no me ha dado
aquí he entendido lo que es la felicidad.
Así de bueno es el Dios a quien yo adoro
así me ama, y así le quiero amar yo
así de dulce es su Cruz cuando es amada
así de suave es el yugo de su amor.


María Pilar de Jesús